Ver El espía que me plantó (2018) online
Título original: The Spy Who Dumped Me
Año de producción: 2018
País: EE.UU.
Director: Susanna Fogel
Duración: 1h 30min
El espía que me plantó (2018) online gratis
No nos debería extrañar que alguien como James Bond se haya convertido casi al poco de nacer en objeto de parodias. Es decir, ya desde su primera película, donde se enfrentaba a un megalómano llamado Doctor No y cazaba dragones mecánicos en playas paradisíacas, el Agente 007 ha hecho malabares con el sentido del ridículo, al tiempo que se empeñaba en asociar una lista de elementos muy diferenciados y excéntricos a su imaginario y empezaba a merecerse todo un subgénero para él solo, más allá del insuficiente (y trágicamente tomado a pitorreo) cine de espías. Precisamente, es por el generalizado apego de Bond a su fórmula, y su interés por quedarse ahí, en ese mundo paralelo lleno de localizaciones europeas y tías buenas, que incluso el mero concepto de parodia se revelaría superfluo. No por nada, la primera adaptación de Casino Royale, piedra angular del canon bondiano, fue una nacida apenas cinco años después de Agente 007 contra el Dr. No que se tomaba la obra de Ian Fleming abiertamente a pitorreo, y así han seguido las cosas hasta esta El espía que me plantó, que promete darle una vuelta de tuerca al concepto de espía glamuroso que sólo puede alumbrar el cine. Otra más. El espía que me plantó - Cartel
Es tan ingrata la tesitura de la que nace el film de Susanna Fogel, que ni siquiera es el primero en coger uno de los títulos más excesivos de la colección para modificarlo de forma hilarante —Austin Powers llegó antes con la formidable El espía que me achuchó—, pero sí cuenta a su favor con un detalle que, afortunadamente, está apegado directamente a los tiempos que corren. Y es que sí, los protagonistas de la enésima cuchufleta de James Bond son por fin mujeres, que habrán de brindar un enfoque alternativo —uno que además, por mucho que haya coqueteado con la autoparodia a lo largo de su carrera, la criatura de Ian Fleming nunca ha llegado a aprehender— y se burlarán del mito con la fuerza y energía del sector de población más maltratado por la saga, sólo por delante de los japoneses, los afroamericanos, los coreanos, y en general cualquier colectivo que no sea ni varón, ni blanco, ni heterosexual. Osea, que promete. Y además una de ellas es Kate McKinnon. ¿Igual sí que hay ganas de un producto como La espía que me plantó? ¿Igual es necesario?
El planteamiento del film no deja de tener su miga al apuntar directamente al comportamiento abusivo del 007 de turno con cualquiera sus ligues. Éste es Justin Theroux —que con lo poco que sale le basta para ser un Bond más convincente que Roger Moore—, y la tía a la que deja tirada es una Mila Kunis, cada vez más acomodada en su registro cómico, que se atreverá a vivir su propia aventura y además contará con su mejor amiga, la atolondrada Morgan (McKinnon) para escapar de los peliagudos problemas internacionales que le ha causado su ex. De este modo, Fogel —que también firma el guión junto a David Iserson— hace una relectura de la figura 007 atendiendo a las demandas más acuciantes de la realidad sociopolítica, pero tampoco sabe llevarlo mucho más allá del tópico “persona que no se entera de nada metida en líos muy chungos”, en el cual se emboscan la mayor parte de los chistes. Y sí, Kate McKinnon estaría graciosa en éste y en cualquier otro perezoso escenario que se nos pudiera ocurrir, pero lo cierto es que no basta.
El espía que me plantó, además, no sólo falla a consecuencia de su escasa inventiva humorística, sino que a lo largo del errático desarrollo va disminuyendo el protagonismo de las dos amigas a favor de otro agente secreto muy guapo y circunspecto pero, esta vez, eminentemente soso. Sam Heughan, así, pretende ser la “tía buena exótica” del relato, pero aporta poco más que cierto empaque a las escenas de acción del film, presentadas en innecesaria y aparatosa abundancia.
Afortunadamente, los guionistas toman la sabia decisión de que no sea el despecho de Kunis, y su orgullo herido, lo que guíe la trama, sino la férrea amistad que la une al personaje de McKinnon, y el compromiso que ambas establecen de ayudarse y protegerse siempre que puedan. De este sencillo modo, además, Fogel logra automáticamente la deconstrucción más visceral posible de la doctrina Bond, al permitir que sus protagonistas hagan algo que aquel tipo al Servicio Secreto de Su Majestad nunca supo cómo hacer: tratar como seres humanos a sus semejantes.
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